martes, 28 de diciembre de 2010

Cuaderno de los putrefactos: I. intro

pretendo, bajo el epígrafe de los putrefactos, hacer un llamamiento a la necesidad del remplanteamiento de los valores, para edificar el pensamiento propio, e incorruptible por modismos y aforismos varios. Traslado el borrón inicial a este blog, donde recoge el ímpetu, si bien las ideas aun son toscas y poco afinadas.

Sirva este texto de introducción...(sirva igualmente de sentido homenaje a los filósofos del siglo de las luces), y a su bien parida Revolución Francesa, como acto de honestidad intelectual

No puedo llenar estas líneas como lo harían Lorca y Dali. Pero se merecen especial atención los putrefactos!

Si esos que se regodean en su melancólica apatía, considerando que su desdicha no es merecida, que la vida se portó mal con ellos y que nadie les invito a la fiesta.










Los putrefactos, suelen vestir miles de etiquetas, y cuando no forman colectivos incluso estrictos clubes de acceso restringido. El postín es su bandera y vestido, carecen de argumentos profundos y su definición esencial es la marginación por parte de lo social, en definitiva, es un ruego un grito por parte de estos modernos, para que alguien les haga caso, aunque vejados, algo de caso por mendicidad, por clemencia, por favor.










Así, el aspecto y los gustos no son desde la jouissance totale, pero desde una estupidez, y una soberbia lamentables.

El púlpito que eleva al incapaz, el imbécil que abre la boca porque sabe de todo conociendo de nada, vestido de negra piel falsa y mediocre en todo lo que hace, tan mediocre que necesita el pacto continuo, para reafirmarse en su temblequeante pupilto.

Es triste ver, como el putrefacto necesita de acólitos, y lo peor que tiene cierto séquito que acepta esta condición de pupilo para con este. Estos pupilos no es que sean mejores, en realidad son de la misma calaña, son lo que Moliere retrato en les précieuses ridicules, fascinados ante la memez mas grande, convencidos del discurso vacío, y lo mas atrevidos, hacen suyo ese manierismo patológico convirtiendo sus opiniones en disociados argumentos que edifican sandeces, cuando no se convierten en ridículos advenedizos del destino.

El putrefacto es un simple asno, un pobre tipo, dependiente, snobista, histrionico sin duda, para ocultar su débil edificio, pretenden vivir en martes de carnaval, acicalados para el jueves de guillotina.

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