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viernes, 13 de enero de 2012

Enfrentarse...

La escena repite la esencia, familiares llorosos sin a penas poder articular palabra, haciendo ademan de señalar el lugar.

Subjetivamente el sonido disipado, oyendo electivamente solo, lo vitalmente necesario, concentración máxima intentando que los nervios no jueguen una mala pasada. La llegada a la escena, el reconocimiento rápido y mientras automáticamente empieza el proceso, la mente reconstruye lo acontecido. Dilucidado el supuesto mecanismo de producción que ha dibujado la escena presente...hay que vigilar la mente y que los nervios no aturrullen las ideas.

Contar de manera sincronizada, atento a la ejecución, vigilando los signos de soslayo, que muchas veces tardan en calmar la angustia, y otras, no aparecen. El oleaje de oxigeno constante, los signos que no aparecen llega el momento de decidir la convulsión voltaica.

No entiende el momento de pluralismos, ni entiende de cansancio, solo concentración y esfuerzo, segundos de remanso y vuelve la tormenta, cíclica y metódica. A veces todo queda en un susto, se revierte el proceso y se cuida que no hayan recaídas. Otras, como me pasó ayer, no se consigue el propósito; el monitor inclemente mostrando líneas desordenadas, desajuste frenético que no responde, el oleaje impertérrito se convierte en disonante porque el ritmo automatico, no aumenta conforme a la escena, y llega el momento fatídico, el momento de suspender la reanimación; el paciente pasa automáticamente a considerarse cadáver.

Que la muerte forma parte del juego de la vida, y que todos tarde o temprano y por los mas diversos caminos terminaremos en el fondo de la fosa, es concepto asumido, y explícitamente claro. Después de todo para morirse solo hace falta estar vivo...

Que la fisiología, la patología de base, los factores de riesgo, los años del paciente, pesan mas que las ganas de los rescatadores muchas veces, es cuestión de asumirlo, ya que no podemos (ni debemos), pretender tener el don mesiánico de resucitar a lo irresucitable ni todo lo que NO se debiera de resucitar. Que el cadáver, se trata con tanto incluso con mas respeto que al paciente no finado es de perogrullo, pero ayer mientras M.H nos dejaba solo podía preguntarme, como podía yo ayudar a la desconsolada viuda, que sin poder parar en deambular no entendía (ni podía entender) la escena, como podía yo acompañarla en la transición que supone entender que su marido "de toda la vida" había exhalado su vida en 15 minutos. La desgracia personal es enorme, supongo que siempre que se truncan los sueños de un envejecer placido, o cuando nos toca asumir la celeridad manriqueña de la vida, la enfrenta es terrible.

A lo mejor vivir, la escena de ayer, como una derrota personal, haber profanado la casa de esa familia con nuestras carreras escaleras arriba, nuestras maquinas varias, los cables, los tubos, las ampollas y los sueros, los contares en voz alta, las instrucciones de descarga y haberme quedado con la familia hasta que precisaron, el recordar y plantearme la dramática escena una y otra vez, preguntarme por la familia y por la viuda, padecer la impotencia de que debido al funesto resultado, no quedo patente que dimos todo lo humano y lo técnico posible, toda la buena voluntad, intención, esfuerzo, me deja insatisfecho, frustrado, pero he de reconocerlo en lección magistral de humildad y renovación de mi compromiso con mi profesión.

M.H se fue en 15 minnutos, nosotros estuvimos 55, insistiendo en que no se fuera. Las agujetas de mis brazos, creo, atestiguan la intención, a pesar del resultado. Hicimos todo lo posible, lo prometo, y aun lo terrible de la escena y el desenlace, y lo que queda, sé que con fuerzas renovadas, este listo para la próxima vez que me toque...enfrentarme.

M.H descanse en paz.