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viernes, 17 de julio de 2015

Derivas





Había que hacer las cosas bien. Saber estar, cultivar la resiliencia y comprender en silencio. 

Había que pactar finales, ordenar salidas y no declinar responsabilidades.
Había que seguir madrugando sin desaliento, aunque nos estallase la vida entre las manos, oliese a violencia feroz y hubiese humo denso de otras épocas más oscuras ...no perder la esperanza de momentos mejores.
Había que escapar de publicitos viajes asiáticos, las vivencias son vivencias cuando se procesan en el fuero interno. 
Había que amueblar la casa, acondicionar el hogar y aprender a respirar nuevos aires menos compartidos. El aliento amigo que no nos abandona y nos soporta frente a las más terribles afrontas, el Torreón avizor de nuevos tiempos. 
Idas y venidas cómplice de la oscuridad, intentando que el cansancio no nos estrelle.

Y después de todo, a pesar de que a penas el camino está andado, hay mucho por lo que sentirse agradecido.


Más allá de la noche que me cubre,
negra como el abismo insondable,
doy gracias al dios que fuere
por mi alma inconquistable.
En las garras de las circunstancias
no he gemido ni llorado.
Sometido a los golpes del destino
mi cabeza sangra, pero está erguida.
Más allá de este lugar de ira y llantos
donde yace el horror de la sombra,
la amenaza de los años
me halla, y me hallará sin temor.
No importa cuán estrecho sea el camino,
ni cuán cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino,
soy el capitán de mi alma.

                                                         William Ernest Henley