Aquella noche parecía interminable, el gran reloj presidiendo la sala, por broma del tiempo o trampa del sueño, el rojo rutilante del segundero parecía no avanzar a pesar de sus sístoles fijado a las cinco y cuarto, y el fonendo al cuello pesando cada vez mas...
Justo cuando el pulso es lo suficientemente intenso que golpea las sienes para dificultar el repaso de los últimos diagnósticos, la concentración se disipa el cerebro pide un respiro, asciende. El humo del cigarro que bailaba voluptuoso con cierto descompás de los ritmos lentos pero elegantes, describiendo caprichosas curvas multicolor según los focos del escenario. El ambiente cargado, y retumbando aun en el pecho por los besos sorpresa e inesperados de aquella... mitad niña mitad mujer, que sello sus labios como si la vida le fuera en ese momento, ese lugar, esos abrazos y caricias, esos juegos de lengua sin dejar de besar, para luego reclamar su espacio vital que aun ocupaban fantasmas del pasado. Esquizofrenia de afectos, una tibiedad en la vocación cuanto menos desconcertante; esa noche todo fueron besos, reclamos de abrazos y su sorpresa por tanto cariño que recibído...
Y el corazón al compás de esos acordes de jazz, y el humo multicolor, y esa lady que parecía estar descubriendo por fin, el amor.
Aquella noche parecía interminable: el gran violonchelo de madera presidía el escenario, el ritmo de la emoción en un tempo inquieto, al compás de caricias inesperadas, abrazos y susurros...acabose el pernoctar con un sonoro "eres genial". Las sienes empezaron a retumbar, recordando que los afectos yacían huérfanos, intentando entender la contradiccion entre tanto beso y tan poca intencion... la aguja jugando a las cinco y cuarto, el fonendo al cuello, pesando cada vez mas pero, sin olvidar aquel humo de jazz.